Comentario diario

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San Pablo ?se ha puesto las pilas?, como vulgarmente se dice, y empieza ?a dar caña? sobre la figura de Jesús, recordando a los judíos la verdadera condición del Señor: ?Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy?. Esta valentía del Apóstol de los gentiles nos demuestra la eficacia del Espíritu Santo cuando aceptamos ser instrumentos de Dios. 

Confesar la divinidad de Jesucristo en nuestros días no es, precisamente, recitar el ?Quijote?. Porque no hablamos de una figura de ficción, o de un personaje brillante de la historia que hizo ?cosas?. Estamos poniendo en juego toda nuestra existencia. Es cierto que nos encontramos con multitud de ?platos de lentejas?, que nos aseguran no pasar hambre o, incluso, entretenernos para no pensar en cuestiones trascendentes? Pero, ¿somos capaces de vender nuestra felicidad por algo tan efímero? 

?Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí?. Éste es el tipo de confianzas que nos harán vivir con una serenidad de espíritu excepcional. No nos imaginamos a Nuestra Madre la Virgen con temores por lo que pudieran pensar los enemigos de Dios acerca de su Hijo. Más bien, su identificación con Jesús le haría adquirir sus mismos sentimientos: dar la vida hasta el fin, con entusiasmo y alegría, que es la esencia de la felicidad.

La Virgen, en medio de tantas contrariedades, siempre confió en el triunfo de su Hijo sobre el pecado y la muerte.

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